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«No hemos comunicado bien nuestra gestión», «gestionamos bien, pero no hemos sabido transmitirlo a la ciudadanía», son frases que escuchamos a los responsables públicos en algunos casos sorprendidos por la escasa comprensión de sus políticas o por el desconocimiento social de sus acciones y, en otros, para limitar la autocrítica a la transmisión del mensaje y excluirla del análisis de las políticas realizadas sin tomar en consideración, como veremos más adelante, que la comunicación forma parte de la gestión pública.

Sin comunicación social, no existe una buena gestión pública.

Sea cual sea la intención de tales declaraciones, su mera enunciación manifiesta la necesidad de unas prácticas comunicativas rigurosas, sistemáticas y profesionalizadas, que no dependan exclusivamente del grado de empatía del emisor ni queden restringidas a la redacción de escuetos y esporádicos comunicados.

¿Qué es o en qué consiste comunicar bien?

¿De qué manera podemos hacer llegar nuestra gestión a la ciudadanía sin que las interferencias interesadas la desvirtúen?

Esas son las preguntas que deberá hacerse cualquier institución o actor político, una vez establecida y asumida la diferencia entre comunicación y propaganda, diferencia no siempre entendida y en muchas ocasiones eliminada.

Como paso previo al desarrollo de una estrategia comunicativa, definimos la propaganda (tal y como la entendemos ahora, y no como introdujo Edward Bernays en su libro Propaganda), como la simplificación tendenciosa de un mensaje destinado no a informar y crear opinión, sino a operar emocionalmente sobre el receptor (en este caso ciudadanía) con el fin de alterar sus defensas racionales y promover, de este modo, respuestas conformistas y acríticas.

Comunicación, por el contrario, consiste en un conjunto organizado y complejo de prácticas orientadas a establecer y mantener líneas de contacto entre los administradores y los administrados, es decir, a fundamentar una relación cierta y sólida que reconozca el derecho del ciudadano a la información y del deber del administrador de facilitársela.

Partiendo de estas consideraciones, la comunicación es esencial en cualquier ámbito de gobierno. Pero existen administraciones en las que se hace imprescindible la consolidación de estrategias comunicativas organizadas de manera estable y sistemática.

Nos estamos refiriendo a los Ayuntamientos, las instituciones más cercanas y objetivamente influyentes en la vida diaria de los ciudadanos, pero claramente minimizadas por el efecto mediático de las políticas autonómicas y estatal, que son las auténticas dueñas del relato televisado.

En estas circunstancias, ocurre con frecuencia que a los ayuntamientos les resulta muy difícil transmitir con claridad sus actividades quedando, en algunos casos, como culpables de lo que no les compete, y en otros sin la valoración que su gestión merece. Ni la cercanía ni el conocimiento físico de los responsables municipales, ni la fluidez en la conversación directa que tal conocimiento puede facilitar a pie de calle son elementos suficientes para generar una corriente comunicativa óptima.

Es por esto que los ayuntamientos necesitan comunicar sus acciones y políticas utilizando todos los medios que tiene a su alcance. Los cargos públicos de la política local tienen que tener en cuenta que la comunicación es un instrumento imprescindible para la buena gestión.

Comunicar en los ayuntamientos ya no se trata de una posibilidad para la mejora de la imagen, sino que supone una necesidad para el buen desempeño de su actividad.

La buena comunicación entre administración local y ciudadano/a no sólo supone buenos resultados desde el punto de vista práctico para el gobernante, sino que significa un derecho, el de estar bien informado, por parte de una ciudadanía cada vez más exigente y con un estado de escucha activa permanente: en qué se gasta el presupuesto local, a qué se debe una decisión en cuestión…

De este modo podemos afirmar que la comunicación en el ámbito político local resulta imprescindible por lo siguiente:

Establece un vínculo relacional entre el gobierno local y la ciudadanía.

Los destinatarios de la información, los ciudadanos, configuran una imagen del gobierno local partiendo, en primer lugar, de lo que éste comunica.

Una buena comunicación es efectiva si los actos/políticas del gobierno trascienden a la comunidad.

La identidad (hacia dentro y hacia fuera) y el posicionamiento del municipio dependerá en buena medida del estilo de comunicación que el ayuntamiento adopte.

Y en los ayuntamientos pequeños, ¿también es necesario comunicar?

Por supuesto.

Aquí os mostramos algunas de las herramientas que todo ayuntamiento, grande o pequeño, debe realizar para realizar una comunicación óptima.

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