Preparadas para los tacticismos mezquinos, para la política minúscula y trilera, todo aquello que les suene a debate real, honesto, profundo y científico recibe al instante la condena del silencio o el castigo furibundo de la descalificación.
Durante un tiempo creímos que lo habíamos aprobado todo. La transición, el impoluto relato construido sobre ella, nos tuvo convencidos durante bastantes años de que nada nos había quedado pendiente. Ahora sabemos que no era así, ahora sabemos que son bastantes las asignaturas que seguimos llevando colgadas, y algunas son de esas que se suelen llamar troncales. La propia educación, convertida en muchos momentos en un simple escenario de duelos pendencieros, es una de ellas. Sometida al movimiento pendular de esa política de corto alcance, ha ido avanzando insegura y a bandazos por el territorio minado de múltiples e inconfesables intereses, y si, pese a todo, ha conseguido no caer en la indignidad ha sido gracias al esfuerzo y a la profesionalidad de todos esos trabajadores que, frente a las dificultades e incomprensiones acumuladas, no cejan en el empeño de hacer bien su labor. Decir que urge un debate serio sobre la educación en España es decir lo ya tantas veces dicho. Las propias élites vienen diciéndolo desde quién sabe cuándo, y algunos de sus más descarados portavoces pueden llegar, y llegan en ocasiones, a orquestar impostadas representaciones dramáticas sobre la gravedad de la situación y la necesidad imperiosa de buscar soluciones. Pero al final, nada, al final aparece algún Wert para ahogar cualquier iniciativa en el delirio de su fundamentalismo.
Pese a todo, no desfallezcamos: siempre hay alguien que sigue pensando y dando cuenta de lo pensado.
El sociólogo polaco Zygmunt Bauman, premio Príncipe de Asturias de Comunicación y Humanidades en el año 2010, es uno de esos que no desisten. Sus libros sobre la sociedad o la vida líquidas ofrecen no sólo un diagnóstico pesimista sobre una realidad fluida y sin anclajes, en la que las personas y sus relaciones aparecen diluidas en las corrientes bulímicas del consumo inmediato, sino que también, como en el libro que traemos hoy a este blog, ofrece propuestas y materiales críticos para elevarse sobre el marasmo y generar las condiciones precisas para recuperar el estatus digno de una ciudadanía responsable.
«Sobre la educación en un mundo líquido«, una serie de entrevistas realizadas por Ricardo Mazzeo, es un acicate para el pensamiento y una guía para orientarse en el desbarajuste de la postmodernidad, en ese espacio fragmentado y caótico, recorrido por nódulos incompresibles de información descontextualizada y sometido a la influencia hipnótica de los simulacros. En un espacio así, tan expuesto a la acción depredadora del mercado, la educación debe erigirse en pieza nuclear de cualquier discurso político orientado hacia la defensa de la comunidad y al establecimiento de principios sólidos de convivencia y solidaridad. Ya no hay certezas incuestionables, pero sí debemos ser capaces de diseñar itinerarios éticos, mapas cívicos en los que la mixofobia o cualquier otra manifestación del totalitarismo y la intolerancia dejen de tener cabida. Leamos, pues, a Bauman, acerquémonos con seriedad a la educación y no olvidemos que, como dice el autor, «bastan unos pocos minutos y un par de firmas para destruir lo que se construyó con el trabajo de miles de cerebros, el doble de manos y montones de años».
Estemos atentos, no podemos permitirnos la distracción.
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