El problema viene cuando, más allá de la actividad comercial, algunos ven en la consultoría política un trabajo más de glamour que de rigor, más notorio que confidencial.
Porque los clientes no se ganan a base de tweets y actualizaciones de Facebook. Se ganan cara a cara, generando confianza y demostrando que se sabe el camino que hay que recorrer.
A veces el ego se escapa pero… pensémoslo bien: ¿es la consultoría política un negocio tan diferente al resto?
Cierto es que los que nos dedicamos a esto trabajamos con políticos más o menos conocidos y siempre uno se puede sentir diferente trabajando con quien tiene algo de poder. Pero si estamos de acuerdo en que la política importa poco, ¿por qué va a importar más nuestro trabajo? Es probable que nos parezca una actividad más «importante» porque la mayor parte de la gente lo hace por vocación y sentimos la suerte de dedicarnos a lo que nos gusta.
Estamos seguros de que esto también les pasa a los médicos, a los ingenieros de caminos o a los cocineros. Todo el mundo tiene amigos que se dedican a estas actividades y ninguno publica tantos contenidos sobre su profesión como nuestros colegas consultores.
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