Este tema crítico, sumado a otros que merman la credibilidad del Presidente -como la cancelación de la licitación del tren México-Querétaro, la casa blanca de Angélica Rivera y el viaje a China y Australia en medio de la crisis-, han encendido las alarmas en Los Pinos. El Gobierno Federal sabe que no puede dejar que Ayotzinapa se convierta en el tema del sexenio, por lo que ha decidido dar un viraje en su estrategia política y de comunicación, visible en los últimos días, para afrontar la desaparición de los 43 normalistas al tiempo que intentan reconstruir la imagen de Peña Nieto:
1. Dar voz al Presidente. Fueron 11 días los que transcurrieron desde la desaparición de los estudiantes hasta que el Presidente habló del asunto en público y 33 los que tardó en reunirse con los familiares de las víctimas. A diferencia de las primeras semanas, cuando el Procurador y el Secretario de Gobernación fueron los únicos encargados de dar la cara, ahora Peña Nieto asume el rol protagónico, con reuniones y mensajes a medios. Ya no vale de nada esconderse, el momento que vive el país se ha agudizado. La coyuntura exige que sea el Jefe de Estado quien encabece los esfuerzos por esclarecer los hechos.
2. Repartir culpas. Mientras que en un inicio los voceros del Gobierno intentaron posicionar en la agenda las detenciones de presuntos responsables y proteger a toda costa la figura del primer mandatario, es hasta ahora que el Presidente y columnistas afines al Gobierno piden culpar a los que ellos llaman ‘verdaderos responsables’. En palabras de Peña Nieto, «a quienes hay que condenar por estos hechos son a los criminales; a quienes hay que señalar y condenar son, precisamente, a los responsables de estos actos abominables».
3. Condenar y ¿generar? violencia. Ante la aparición de misteriosos encapuchados que prenden fuego a la puerta de Palacio Nacional, queman una unidad de metrobús, lanzan bombas molotov, cierran tiendas de autoservicio, instalan barricadas e incendian un automóvil en Ciudad Universitaria sin ser detenidos, se ha puesto en marcha la maquinaria mediática afín al Revolucionario Institucional -funcionarios, diputados, líderes de opinión- para condenar los hechos violentos relacionados con las protestas de Ayotzinapa y asociar toda expresión de descontento con afectaciones a terceros y prácticas partidistas, ignorando por completo todas las manifestaciones pacíficas en contra del Gobierno, las cuales, dicho sea paso, han sido mayoría.
Peña Nieto vive su peor momento desde que asumió el cargo y sabe que el tiempo apremia rumbo a las votaciones de 2015, en las que se elegirán no sólo los 500 integrantes de la Cámara de Diputados Federal, sino también nueve gobernadores (incluyendo el estado de Guerrero), 641 integrantes de congresos locales, 993 presidentes municipales y 16 jefes delegacionales del Distrito Federal. Para fortuna del Revolucionario Institucional, sólo una catástrofe mayúscula -justamente la que están intentado evitar con la nueva estrategia- llevaría al triunfo a una de las fuerzas opositoras, cuyas divisiones internas los han fragmentado a tal grado de no poder plantarle cara a un partido en el poder que ha sido incapaz de enfrentar la desaparición de 43 estudiantes.
Pero no todo es tan simple como pensar en elecciones y recuperar la reputación de una figura pública. Dentro de este viraje en la estrategia, lo más delicado llegó el sábado por la noche, cuando el Presidente declaró, tras su gira por China y Australia: «no dejaremos de agotar toda instancia de diálogo, acercamiento y de apertura para evitar el uso de la fuerza para restablecer el orden, es el último recurso, pero el Estado está legítimamente facultado para hacer uso del mismo cuando se ha agotado cualquier otro mecanismo para restablecer el orden». ¿Se trata de un anhelo sincero, de una advertencia, o acaso están preparando el terreno para el uso de la fuerza pública? Los hechos ocurridos el fin de semana en la Universidad Nacional Autónoma de México, cuyo rector parece más preocupado por salir en televisión que por proteger a la comunidad estudiantil, apuntan hacia la tercera opción. Hay que estar atentos.
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